viernes, 29 de abril de 2011

CONFERENCIA MAGISTRAL: "EL ARTICULO 139 DE LA CONSTITUCIÓN POLITICA PERUANA A PROPOSITO DE LA CORRIENTE DEL GARANTISMO PROCESAL" 3 de Mayo 2011.

martes, 26 de abril de 2011

ELOGIO DE LOS JUECES. ESCRITO POR CALAMANDREI

En el ELOGIO DE LOS JUECES ESCRITO POR UN ABOGADO, editado por primera vez en Italia en 1935, se compendian, a modo de píldoras, las reflexiones del autor acerca de las relaciones entre la abogacía y la judicatura y de ambas con la Justicia. Como las auténticas píldoras, las de Calamandrei pueden
amargar o estar recubiertas de dulce costra, ingerirse de golpe o desleírse en la boca, pero siempre producen el efecto deseado. Incluso ahora, pasados casi setenta años.

Pocas figuras del panorama jurídico del siglo xx han tenido la influencia reconocida al profesor, abogado, jurista y hombre de Estado florentino Piero Calamandrei (1889-1956). Al margen de sus importantes estudios jurídicos y su prolífica producción académica, algunos de sus ensayos, como Troppi avvocati! (¡Demasiados abogados!) o Elogio dei giudici scritto da un avvocato, han sido traducidos, editados, leídos y alabados en todo el mundo. Aun transcurridos casi cincuenta años desde su fallecimiento, en Italia El nombre de Calamandrei sigue estrechamente asociado, por su actitud   a lo largo de toda su vida  pública privada, a la lucha por la libertad y la democracia.

Todo abogado vive en su patrocinio ciertos momentos durante los cuales, olvidando las sutilezas de los Códigos, los artificios de la elocuencia, la sagacidad del debate, no siente ya la toga que lleva puesta ni ve que los jueces están envueltos en sus pliegues; y se dirige a ellos mirándoles de igual a igual, con las palabras sencillas con que la conciencia del hombre se dirige fraternalmente a la conciencia de su semejante para convencerlo de la verdad. En estos momentos la palabra «justicia» vuelve a ser fresca y nueva como si se pronunciase entonces por primera vez; y quien la pronuncia siente en la voz un temblor discreto y suplicante como el que se siente en las palabras del creyente que reza. Bastan estos momentos de humilde y solemne sinceridad humana para limpiar a la abogacía de todas sus miserias.

El aforismo tan estimado por los viejos doctores según el cual res iudicata facit de albo nigrum et de cuadrato rotundum (*) hace hoy sonreír; sin embargo, pensándolo bien, debería hacer temblar. El juez tiene, efectivamente, como el mago de la fábula, el sobrehumano poder de producir en el mundo del derecho las más monstruosas metamorfosis, y de dar a las sombras apariencias eternas de verdades; y porque, dentro de su mundo, sentencia y verdad deben en definitiva coincidir, puede, si la sentencia no se adapta a la verdad, reducir la verdad a la medida de su sentencia. Sócrates en la prisión explica serenamente a los discípulos, con una elocuencia que jamás un jurista ha sabido igualar, cuál es la suprema razón que impone, hasta el último sacrificio, obedecer la sentencia aunque sea injusta: al adquirir fuerza de cosa juzgada la sentencia es necesario que se separe de sus fundamentos, como la mariposa que sale del capullo, y resulta
desde aquel momento inaccesible para ser calificada de justa o injusta, puesto que está destinada a constituir
desde entonces en adelante el único e inmutable término de comparación a que los hombres deberán referirse para saber cuál era, en aquel caso, la palabra oficial de la justicia.

Por ello el Estado siente como esencial el problema de la selección de los jueces; porque sabe que les confía un poder mortífero que, mal empleado, puede convertir en justa la injusticia, obligar a la majestad de las
leyes a hacerse paladín de la sinrazón e imprimir indeleblemente sobre la cándida inocencia el estigma sangriento que la confundirá para siempre con el delito.

Cuando el abogado, hablando ante el juez, tiene la impresión de que la opinión de éste sea contraria a la suya, no puede afrontarlo directamente como podría hacer con un contradictor situado en el mismo plano. El abogado se encuentra en la difícil situación de quien, para refutar a su interlocutor, debe primeramente ablandarle; de quien para hacerle comprender que no tiene razón debe comenzar por declarar que está perfectamente de acuerdo con él. De este inconveniente deriva, en la clásica oratoria forense, el frecuente recurso a la preterición, figura retórica de la hipocresía; la cual aflora por fin en ciertas frases de estilo, como en aquella tan torpe y de que tanto se ha  abusado, con la que el abogado, cuando quiere recordar al juez alguna doctrina, dice muy suavemente quererla «recordar a sí mismo». Típico es, como ejemplo de tal pediente, el exordio de aquel defensor que debiendo sostener una determinada tesis jurídica ante una Sala que había ya resuelto dos veces la misma cuestión contradiciéndose, comenzó su discurso así:
–La cuestión que yo trato no admite más que dos soluciones. Esta Excelentísima Audiencia lo ha resuelto ya
dos veces, la primera en un sentido, la segunda en sentido contrario...Pausa; después, con una inclinación:
–... y siempre admirablemente!

Los fragmentos e ilustraciones que se reproducen han sido extraídos de: CALAMANDREI, P.: Elogio de los Jueces escrito por un Abogado. Traducción de Santiago Sentís y de Isaac J. Medina.Prólogo de Diego Medina.Madrid, 1936.

miércoles, 20 de abril de 2011

SOBRE LAS ELECCIONES, LA JUVENTUD Y ALGUNOS MERCACHIFLES.

Por Rodolfo Román Benites Presidente del Círculo de Estudios Cvltvra Legis, Alumno de Pre-grado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Privada del Norte.

Nunca me atrajo la política, la generación de los que nacimos en los ochentas y los noventas hemos crecido entre la corrupción y la ineficiencia, siendo educados en que los políticos son las personas que no tiene valores, y que trabajar en la administración pública es para aquellos que no consiguen trabajo en la actividad privada y que tan solo quieren enriquecerse a costa de los demás. Así también ciertos optimistas aducían que sí existen personas honestas y que trabajan para servir a la sociedad (no deseo en este artículo señalarnos como el pueblo), pero luego fui testigo de que aquellas pocas personas, terminan siendo despedidas de la administración sin ninguna gratitud y con el lastre de una serie de procesos judiciales.

Lo que quiero transmitir en las siguientes líneas son tan solo mis impresiones, pensamientos y perspectivas acerca de mi país, en ciertos puntos tal vez me pueda exacerbar en alguna medida, ello se debe a que escribo en parte con mi disgusto, impotencia y molestia por la actual situación, sin embargo no espero que me entiendan ni mucho menos estén de acuerdo conmigo, así también voy a dar explícitos nombres de todos los personajes a quienes me refiera y resto total importancia a la delicadeza que los mercachifles de la política enseñan para referirse a otros, porque como lo dije no soy político y en estos momentos siento una gran decepción, tan solo quiero decir lo que pienso.

Sobre el 10 de abril de 2011.

¿Qué pasó el domingo 10 de abril de 2011?, para mi es claro, los jóvenes nos dimos cuenta que somos minoría, aquel domingo pude sentir de que lo que yo pensaba y lo que al perecer muchos creíamos no servía de nada, en mi caso era la primera vez que iba a votar por un presidente, lo que hace años veía que hacía la gente con desgano, por obligación, como si fuera un deber, como si nunca nadie hubiera sufrido y luchado por éste derecho, siempre escuche que se debía de votar por el mal menor, ¿pero porque?, algo que no logro comprender es porque tengo que sentirme descontento con la persona que va a ser mi presidente, por quien me va a representar.

Sobre la situación económica actual.

Una parte de lo que está sucediendo claramente es culpa del gobierno actual, la desazón de la población que manifestó su repudio al modelo actual el día domingo, es culpa de que dicho modelo no se sepa apreciar de buena manera, es también necesario de que el Gobierno haga entender a la sociedad de cuál es el camino a seguir, y que el problema no es el camino que se toma, sino cómo es que se camina, es cierto que los recursos se deben de asignar de una manera más eficiente, sin embargo no podemos pensar que en algún momento todos vamos a llegar a tener el mismo nivel económico, el modelo económico de redistribución de riqueza es exitoso en tanto y en cuanto logra reducir la pobreza, lo cual se ha conseguido, es conocido que uno de los países con peor redistribución en el mundo es Chile, pero a pesar de ello no creo que una persona pobre de Chile quiera ir a vivir en lugar de una persona pobre de Honduras por ejemplo, que es uno de los países reconocido como uno de los que mejor redistribuye la riqueza. El tema es que no hay que ser iguales económicamente, sino que hay que ser iguales ante la ley. Tenemos que entender que más normas no van a hacer una sociedad mejor (las normas entorpecen las actividades y ello lleva a que no sean respetadas), el ser humano debe de aprender a vivir en libertad, es obvio que este aprendizaje va a tener sus deficiencias, pero ello no debe implicar cambiar de camino, sino tan solo aprender a caminar bien, el problema surge cuando los políticos desconocen las normas, cuando las personas piensan en acceder al sistema judicial pero a su vez entran ideando cómo es que van a corromper al funcionario. Entonces si es tan claro que el problema no es el sistema, sino que su producto no es utilizado de manera eficiente, ¿Por qué la mayoría de los peruanos siente que algo no está funcionando? ¿Acaso ello es razón suficiente para cambiarlo todo?, creo que ello es lo más difícil de responder. Tal vez sea porque vivimos en una aún democracia incipiente, en donde existe un cisma entre los peruanos, no es ningún secreto que la mayoría de las personas de la costa no tienen idea de lo que pasa en el Sur o en la Selva, claro está que podemos conocer cifras, escuchar noticias, pero sentir realmente preocupación como si fuera nuestro problema, nunca lo he visto, tal vez sea esa falta de reconocimiento, sentirme tan peruano como otros y que ellos se sientan como yo, quizá sea un utopía, pero intentar llegar a esa meta es lo que puede ayudar a desaparecer la sensación de descontento. Es posible además que el problema sea una serie de factores menores que generan el malestar, como un Estado corrupto e ineficiente, pero del cual no tiene la culpa el sistema económico, sino el político, el cual es incapaz de generar los incentivos correctos, pero ¿por qué?, ¿acaso aquel político no sabe perfectamente que hace años necesitamos una carrera pública?, la cual permita a jóvenes con un futuro expectante en la actividad privada optar por la carrera propiamente dicha, en donde los funcionario no sean acomechados del partido político, gente interesada, una sarta de lambiscones y entenados, una carrera en donde los jóvenes sepan que tan solo su buen desempeño los va a mantener en los puestos de trabajo y los hará ascender.

Pero todo ello es pasado por alto, gente como Humala que utiliza el miedo que genera de delincuencia, Venezuela es uno de los países con una mayo tasa de criminalidad de Latinoamérica, un país en donde se ha llegado a crear una milicia para empoderar aún más a un Presidente o mejor dicho al Dictador, creando un riesgo aún mayor a la sociedad. La delincuencia es un problema social, que no se va a solucionar con un militar, es más, pongámonos en aquellos supuestos; en un cambio económico, en el cual se pretenda distribuir mejor la riqueza, dado ya este cambio estatista (y con las consecuencias consabidas), pregunto ¿Qué riqueza se va a distribuir?, ¿ello acaso no incrementaría la pobreza?, y por ende la delincuencia. La Argentina del Peronismo es uno de los países más inseguros, en el cual las personas viven asediadas por la criminalidad, ¿acaso los asesores de campaña no se dan cuenta de eso? ¿Qué pasa entonces? ¿Qué telaraña se está tejiendo?, ¿qué debemos pensar cuando aquellos políticos que se aborrecían ahora se toman fotos juntos?, ¿por qué tienen que haber jugadas políticas?, ¿acaso la sociedad que es la que tiene que a fin de cuentas sufrir las consecuencias de todo lo que haga el Estado le interesa que hoy unos sean amigos cuando antes era imposible aparentemente?, ¿si fue ahora tan fácil que cambiaran de parecer, por qué no lo van a hacer después? ¿Cómo podemos asegurarnos que los políticos piensen lo que dicen y hagan lo que dicen?.

A causa de ello se me vienen a la mente ideas (estoy seguro que todos van a pensar que mis ideas son por demás tiradas de los pelos, pero que importa, si algunos piensan hoy en día en cambiar la constitución, creo que lo que se me ocurra va a pasar desapercibido), si la cuestión es asegurarnos de que el Estado sea eficiente, de que el Estado cumpla con todos los designios que se le encargó, que tal si lo hacemos como lo hacen todos para que otros cumplan, mediante un contrato, si bien es cierto ya fue relamida la idea del Contrato Social, y del empoderamiento a aquella autoridad que nos permita controlarnos a nosotros mismos, ello en la práctica no se da, imaginemos entonces una concesión a un privado de la gestión del Estado, fragmentar algunas gestiones del Estado, por ejemplo, se firma un contrato con un privado para mejorar la educación, de tal manera que luego de la gestión de 5 años se logre elevar a la educación a un determinado nivel, ergo, si es que a los 5 años no se ha llegado a ese nivel, entonces no se ha cumplido con el contrato y el Estado tiene la facultad de no pagar al privado por el incumplimiento contractual. Ello claro está, me explico en aras de calmar la ira de los que en estos momentos me están insultando, primero no concesionar ningún órgano del Estado que tenga que ver con la soberanía, sino determinas gestiones básicas de gestión social, como la Educación o Salud, aquellas funciones que está acreditado el Estado NUNCA ha sabido realizar, segundo crear un órgano regular de todas estas concesiones (ojo que concesionar no es privatizar, se concesiona por 3 o cualquier número de años y luego regresa a dominio del Estado), dirigido no por políticos, sino por representantes de la sociedad civil, personas que desde antes cumplen funciones y no necesitarían regalar polos para formar parte de este consejo consultivo del órgano regulador, como por ejemplo dirigentes universitarios, dirigentes sindicales, representantes del sector empresarial, el defensor del pueblo, etc. Algunos una vez en clases me dijeron que ninguna empresa va a querer encargarse de ésta actividad porque no vendría a ser rentable, bueno, creo que es discutible, primero porque ya existe un presupuesto por la educación (pago del precio por el servicio), segundo porque siendo una empresa más eficiente va a desperdiciar menos dinero, tercero porque siendo en la actividad empresarial menor el índice de corrupción, se va a gastar menos dinero, por lo tanto todo ese dinero ahorrado va a los bolsillos del privado.

La alegoría del carruaje

Lo antes dicho por un lado, pero saliendo del trance utópico, y pasando a la realidad, considero que el secreto está en fortalecer la clase media, así pues ideemos un carruaje tirado por caballos, así los caballos son la clase media (sé que parece algo un poco duro la referencia, pero siendo aquellos que realizan todo el trabajo, que laboran en horarios interminables, los que tienen trabajo pero no es bien remunerado, cabe darse ese lugar), el conductor es la clase acomodada (digo acomodada porque el conductor esta acomodado en su silla y dirige a los caballos, son los grandes empresarios accionistas de los grupos económicos que tan solo dicen que hacer y tienen un ejército de contadores, ingenieros, gerentes y abogados que hacen todo por ellos), y por último la carreta que son los pobres (nuevamente una representación muy dura e insensible, pero lo atribuyo así porque como se aprecia a la economía no le parece importar mucho el pobre, es más lo jala a donde ella decide ir). Esa es la imagen que percato y no digo que esté mal, pero es claro, las grandes empresas dirigen la economía, la gran mayoría del Perú trabaja para seguir lo que prescriben estás empresas y las clases sociales más bajas tan solo los siguen, sin importar si lo quieren o no, puede ser que los caballos a veces reclamen, la empresa a veces les dará de comer y otras veces tan solo los arriará y ellos avanzarán con temor, pero el que está en la pobreza no puede ni reclamar, a los grupos empresariales no les importa que 20 pobladores de Sojamure estén descontentos (sé que es cruel ver al pobre como una carga y es muy probable que esté cometiendo un graso error, pero creo que en algún momento debemos de ubicar realmente el problema, hay algo que está mal y no sabemos qué es, pues empecemos a ver las cosas como realmente son y no como quisiéramos que sean). Entonces, tenemos que para que el carruaje avance más rápido tenemos que desaparecer la carga, esto es eliminar la pobreza o sino tener más caballos, esto es que algunos ricos pasen a ser caballos y ciertos pobre pasen a ayudar a jalar la carreta (en cierta medida me pareciera que sigo dando vueltas por un simple chorreo acelerado, pero las ideas son para mejorarse y evolucionar).

Escucho en todos lados que hoy en día a los jóvenes ya no les interesa la política, que hemos desaparecido en la participación de la vida política de nuestro País, se hacen homenajes al Mayo del 68, ponen de ejemplo a aquellos jóvenes y nos menosprecian, hablan de los mártires apristas y nos dejar por los suelos, como si fuéramos una generación absurda, aletargada. Río irónicamente y pregunto ¿para que?, ¿no hemos comprobado que somos minoría y que al fin y a cabo no sirvió lo que nosotros pensamos?, eso es democracia, ¿eso es democracia?.

No reniego de aquellos que votaron por otro, me parece una absurdo canalla llamar ignorantes a aquellos que no han votado por quien nosotros queremos que voten, ello es por demás egoísta y ayuda a seguir incrementando las brechas sociales en nuestro país, incluso si me pongo en el lugar de ellos, se puede advertir que lo que ellos han hecho ha sido tan solo un análisis de costo beneficio, me es menos costoso elegir a una persona que me va a dar un poco de dinero en este momento, aunque no me valla a dar después, porque lo necesito ahora debido a que por la pobreza no tengo nada de dinero, y ello no se puede esperar el chorreo. Por eso dicho sistema hace sufrir de manera inhumana a los pobres mientras esperan que les caiga el chorreo, pero nuevamente, si cambiamos el modelo económico, podemos auxiliar hoy al pobre, pero mañana ya no tendremos con que, volvemos a temas de redistribución, que no es más que afianzar la clase media y acelerar el chorreo.

martes, 12 de abril de 2011

¿POR QUÉ QUEREMOS SER CONGRESISTAS?

Por: José Elice Navarro *

Las recetas no suelen funcionar en política. Los políticos son pésimos pacientes; pocas veces—o nunca—hacen caso de la recetas. Las obvian y también las desprecian. Es, quizás, la consecuencia del peor mal que puede sufrir un político: El «mal de altura»; no aquél mal bien documentado en los vademécum médicos sino aquel otro que consiste en dispararse hasta el Olimpo (mental) una vez que se asume un cargo público, desde los cargos más modestos hasta los más encumbrados, aquellos de alcance nacional, aquellos desde donde las decisiones afectan a comunidades de millones de personas.

Cuánta falta nos hace la existencia de funcionarios que, como según se dice existieron en la Roma antigua, se ubiquen detrás de las autoridades para recordarles que son humanos. Que no hay Olimpo con Zeus ni semidioses, que aquello es mitología, que el ejercicio de la función pública es, en muchos casos, pasajero, un mandato temporal para servir a los mandantes, es decir, a las ciudadanas y los ciudadanos que confiaron, que se arriesgaron y que, una pena, no pocas veces se decepcionaron.

Digo esto casi como una cantaleta, como una repetición insana, pues es un tema con el que he torturado a amigos, conocidos y auditorios enteros. Vuelvo con terquedad al mismo asunto porque no puedo dejar de preguntarme por qué más de 1600 personas aspiran a una curul en el Congreso. ¿Por qué hay ciudades enteras llenas de carteles, afiches, pancartas y panfletos y un maremágnum de promesas informes y muchas sin sentido? (como la promesa de construir carreteras ¿desde el Congreso?), ¿por qué las sonrisas fraguadas por expertos e inexpertos en el arte de sonreír y de hacer parecer más jóvenes a los más viejos y más bonitos a quienes se creen feos? Y qué decir de los miles o millones de soles y dólares que pasan de mano en mano por gastos de publicidad. ¿Todo ello para convertirse en semidioses o semidiosas temporales?

La respuesta principal a la pregunta ¿por qué quieres ser congresista? suele ser «porque deseo servir al país» ¿Así? No me digan. Esa respuesta es ya un lugar común, esa respuesta no dice nada. El Perú del siglo XXI, que dizque se encuentra en un umbral de oportunidad, requiere de respuestas más inteligentes y precisas. El Perú de hoy exige, en primer lugar, programas partidarios claros, precisos, realistas y no demasiado extensos (los detalles vendrán y se exigirán después, y deben estar disponibles), acompañados de los mensajes de los candidatos individuales al Congreso (recordemos que hay voto preferencial) alineados con el programa central de la organización política por la que postulan, y determinantes de una agenda parlamentaria también clara, precisa y realista, y si es posible calendarizada.

Pareciera que por el momento el punto principal es llegar al Congreso, lo demás puede esperar, se verá más tarde, una vez que todas y todos se encuentren en el Olimpo bebiendo el triunfo, recibiendo honores y altas dosis de «egolatrina» (peligrosa sustancia capaz de incrementar el ego hasta niveles inimaginables).

Imaginemos las reflexiones y respuestas de un candidato al Congreso promedio, frente a preguntas concretas formuladas, digamos, en un foro electoral: ¿Y qué hacemos con la pobreza? Ya veremos, a partir de julio. ¿Y qué haremos con el Estado para que sea más eficiente? Ya veremos, a partir de julio o agosto. ¿Y qué haremos con la educación y la salud? Ya veremos, quizás entre agosto y setiembre. ¿Y qué haremos con la competitividad? Ya veremos, tenemos cinco años para pensarlo. ¿Y qué haremos con el Congreso? Para empezar lo «fumigamos», luego veremos qué hacer. ¡Ya sé! (improvisando) ¡Legislamos más!, porque para eso nos han elegido, para legislar y fiscalizar, para investigar todo, para juzgar si los tribunales no lo hacen, para negociar sin prisa el nombramiento de los altos funcionarios que el Congreso debe designar o ratificar su designación (que los cargos vacantes esperen), para invitar a todos los ministros a todas las Comisiones –las existentes y las que crearemos para que todos podamos presidir alguna—, para convocar audiencias públicas legislativas y no legislativas, para modernizar la gestión parlamentaria (aunque ya se haya modernizado varias veces), para crear nuevos grupos parlamentarios si la cosa se pone difícil en los grupos que corresponden a los partidos por los que postulamos al Congreso; total: ¡No estamos sujetos a mandato imperativo! En fin, tendremos mucho por hacer; pues, para empezar, la agenda legislativa siempre registra —y de seguro no puede ser de otro modo—, en promedio, alrededor de 60 puntos y el tiempo no alcanzará para asistir a las varias Comisiones en las que nos inscribiremos, pues hay que tratar de tener presencia en todas ellas (la eficiencia no importa, eso es teoría). Y si el pueblo no nos aprueba, como al Congreso del período actual y a los de los períodos anteriores, ya sabemos que la culpa es de la prensa y de la falta de cultura política de la ciudadanía, cuando no de las molestas ONGs que siempre nos están controlando y los gremios que nos están presionando.

La idea de este ejercicio de imaginación caprichoso es llamar la atención sobre las razones que motivan la postulación al Congreso y el modo como se enfrenta la campaña electoral. En forma preliminar, y sin sugerir que todos quienes postulan al Congreso piensan y actúan igual, me parece que la razón principal para aspirar a una curul es la prefiguración de que el cargo de congresista da status y provee una sensación única de goce por efectos del poder que trae consigo. Y no menciono otras razones concretas relacionadas inclusive con intereses ilegales, de lo que mucho se habla pero sobre lo que pocos se atreven a mostrar evidencias y mucho menos dar nombres.

En cuanto a la campaña electoral esta se enfrenta con todos los medios posibles y utilizando todos los recursos disponibles (dinero, imaginación, conocimientos, información, etc.) que contribuyan a cumplir el objetivo: jurar el cargo de congresista el 27 de julio, sentir el placer de sentarse en la silla curul y poseerla (así, antigua, de madera, no necesariamente cómoda ni bonita, pero muy simbólica), gozar los honores y privilegios de la función y, en fin, proyectarse hacia el futuro (¿reelección, alcaldía provincial, presidencia regional, despacho ministerial, presidencia del Congreso, presidencia de la república?).

Ya lo dijo el gran constitucionalista germano‐americano Karl Loewenstein: «Los tres incentivos dominantes en la vida del hombre son: el amor, la fe y el poder, los cuales se encuentran unidos y entrelazados de una manera misteriosa». ¿Amor a sí mismo? (pasado como amor a los demás), ¿fe en sí mismo? (pasada como encarnación personal de la fe popular) y ¿poder para sí mismo? (pasado como mandato soberano). Y si es enteramente cierto lo que dijo Loewenstein ¿acaso estamos bregando ilusoria e inútilmente por la construcción de un Estado democrático y eficiente? Creo que no, pienso que esas tres fuerzas (amor, fe y poder) pueden ser encauzadas en beneficio del proceso de fortalecimiento institucional del Estado democrático de Derecho. Quizás no le hemos dado la debida importancia al problema del manejo del poder desde una perspectiva personal y colectiva, es decir, queremos alcanzar el poder sin saber cómo lo vamos a utilizar o, mejor aún, cómo lo podemos utilizar para sentir satisfacciones distintas de la de su sólo ejercicio; como la satisfacción del reconocimiento por las cosas bien hechas, el agradecimiento por la promesa cumplida, la admiración por mantenerse fuerte y consecuente frente a las seducciones de la ilegalidad y la renovación de la confianza ciudadana por el balance positivo del trabajo desarrollado.

Para lograr todo ello —que para unos puede resultar fácil y para otros menos fácil, pero en realidad nunca difícil—hemos de establecer una buena plataforma inicial para trabajar, tanto en la esfera personal como corporativa.

En lo personal cada ciudadana y ciudadano que postula al Congreso debería tener una respuesta clara (y muy personal) frente a la pregunta sobre por qué quieren ser congresistas o la cuestión sobre qué quieren hacer exactamente si obtienen los votos necesarios para asumir la representación nacional. Y en lo corporativo todas y todos deben trabajar, apenas asumido el cargo y aún antes (digamos, desde el momento en que se oficializan los resultados electorales), para definir qué reformas o cambios urgentes necesita el Congreso como corporación para mostrarse (y ser en realidad) una organización eficiente, concentrarse en sus funciones constitucionales (y en ninguna otra más) y servir de apoyo —a título de promotor principal— de las reformas integrales y sectoriales que el Perú necesita para progresar y garantizar mayores niveles de bienestar y justicia.

El Parlamento es una de las grandes creaciones de la cultura. Resuelve el problema de la representación, el de la legitimidad de las macro decisiones gubernamentales y el del necesario balance del ejercicio del poder estatal para garantizar la libertad y los derechos. Está en crisis, es verdad, pero lo cierto es que nació de varias crisis. Sí, la crisis es un componente natural de la existencia del Parlamento. En él se confrontan (mediante alegatos y debates) visiones y posiciones diferentes y hasta antagónicas, y en él se alcanzan consensos o se toman decisiones bajo reglas previamente acordadas. No sólo legisla (y por ello no debe ser llamado más el «poder legislativo»), aunque es un legislador preferente, sino que también ejerce el control político, influye sobre la política general del gobierno, ejerce la jurisdicción política y participa en la designación o la ratificación de la designación de altos funcionarios del Estado. Y es, en esencia, la principal asamblea representativa, deliberante y decisoria de la sociedad estatal.

Los electores deberíamos intentar descubrir qué candidatas y candidatos pueden responder mejor o en forma satisfactoria la cuestión sobre las razones por las que decidieron postular al Congreso de la República. No aceptemos lugares comunes, reclamemos claridad, precisión y previsión.

*Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Ha sido Director General Parlamentario y Oficial Mayor en el Congreso de la República, Secretario General de la Presidencia de la República y Secretario General de la Presidencia del Consejo de Ministros. Además ha realizado diversas consultorías sobre temas parlamentarios, tanto en el Perú como en el extranjero. Es profesor de Derecho constitucional y Derecho parlamentario.

Fuente: Reflexión Democrática.
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