«No hemos de preocuparnos de
vivir largos años, sino de vivirlos
satisfactoriamente; porque vivir
largo tiempo depende del destino,
vivir satisfactoriamente, de tu
alma. La vida es larga si es plena».
Séneca, Epístolas
a Lucilio, Libro XV, Epíst. 93,2
Los Romanos entendieron la LAUDATIO como una forma de
reconocimiento de las hazañas y virtudes de los hombres egregios, y en el
protocolo universitario se conoce así la alabanza o elogio de los méritos de
quienes han destacado de manera sobresaliente en el cultivo de las ciencias,
las letras o las artes, haciéndose acreedores al máximo reconocimiento que
puede brindar una Universidad.
Pronunciar una laudatio tiene tanto de honor como
de osadía. Honor por poder elevar la voz elogiando y evocando la figura de
alguien a quien todos debemos algo, osadía por creer que se puede hacer bien y
con justicia.
Es necesario que comience confesando a este claustro que
supone para mí un altísimo honor de hacer la Lauditio de uno de los Magistrados
más probos que ha teniendo nuestros sistema judicial y uno de los docentes que
ha entregado miles de horas de su tiempo en la formación de generaciones de
futuros abogados, quizás sea inmerecido haberme elegido pero tratare de hacerlo
de la mejor manera.
Quien conozca al Maestro Nelson Lozano sabrá que ha sido
y es un hombre dedicado plenamente a su familia y a su trabajo con toda la
energía de la que es capaz; y quien le conoce sabe que esa energía es mucha.
Su aportación a la ciencia del Derecho Procesal Civil ha
sido extraordinariamente fecunda, despertando el asombro de cualquiera ante una
actividad en la que cabrían muchas vidas, pues como todos sabemos la carrera
judicial no ha sido el único campo en que se ha movido el Dr. Nelson, quien ha
cultivado también la pasión por la investigación, la docencia universitaria,
entre otras pasiones. En efecto, ante sus muchos servicios prestados podríamos
hablar hasta cansarnos;
Pero,
con total seguridad, es más importante su herencia humana, el papel desempeñado
en la formación de sus discípulos, que antes fueron alumnos, y más tarde
propagadores de su llama y de su ilusión por saber y conocer.
Los
méritos científicos hablan por sí solos, pero quizá convenga más aquí hablar
del perfil humano del hombre a quien rendimos tributo.
No
es ningún secreto que después de su familia, han sido sus alumnos los más
cercanos a su corazón. En nuestra Facultad casi todos conocemos al Dr. Nelson, y
cuando cada año entra por primera vez en el aula, nos encontramos con un
catedrático, de modales finos de cordial carácter y de elevadísima caballerosidad
siempre inspirando respeto, calma y confianza.
El
Dr. Nelson lozano, tuvo la voluntad de servir al Estado en una función que
siempre fue compatible con su trayectoria profesional, expresada en el
ejercicio de la abogacía, la docencia universitaria en las Cátedras de Derecho
Procesal Civil y Teoría General del
proceso, materias que ha impartido en las mas importantes Facultades de Derecho
de nuestra ciudad, la docencia en la Academia de la Magistratura, como también
en la Magistratura.
Alcanzo
el primer puesto a nivel nacional en el Concurso realizado por el Consejo Nacional
de la Magistratura (1995‐1996)
para nombrar a Vocales y Fiscales Superiores de todos los Distritos Judiciales
de la República, poniendo fin a la alta provisionalidad.
Fue
condecorado por el Colegio de Abogados de La Libertad, en reconocimiento a su
valioso ejercicio como magistrado; habiendo obtenido las más altas
calificaciones en los tres (03) referendos realizados por el mismo Colegio, lo que refleja que cuenta con la aprobación de la comunidad
jurídica.
Fue Ex Miembro de la Comisión de Procedimientos Concursales del INDECOPI
–La Libertad y Miembro de la Comisión de Conciliación y Arbitraje de la Cámara
de Industria y Turismo de La Libertad.
Sobran
las palabras para destacar su gran aporte en las Aulas Universitarias, en una de las cátedras que mas le apasiona
enseñar y es el Derecho Procesal Civil.
Quiero
irrogarme si me lo permiten, dentro de esta laudatio el hecho de
comentarles que el Maestro fue mi profesor en esta universidad, y fue un verano
del año de 1999, año que culminaba mi carrera de Derecho, después de haber
tenido a grandes Maestros de la talla del elogiado así como de otro grande como
lo fue el Maestro Guillermo Urbina Ganvini (que en paz descase) que calaron
hondo en mi formación profesional y en mi deseo de ejercen la docencia en
Derecho.
Fue
justo en aquel verano que me apersone a la Sala Civil donde era Vocal. Algo
temeroso pero decidido, y le confesé mi
deseo de ser su asistente de cátedra, y darme la oportunidad de ingresar a la
docencia.
Un año después y aun siendo su asistente me comento que debía capacitar a los aspirantes a la Académica de la Magistratura y que era imperativo que lo reemplace en la Cátedra de Teoría General del Proceso por algunas clases, sentí que ya era tiempo, que estaba preparado.
Debo confesar que no pude dormir aquella noche y un día antes de enfrentar mi primera clase a salón lleno, recordé una cita de Nietzsche dirigida por Jung a Freud que decía: “Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo” y así fue, como todo empezó.
Desde aquel día, han transcurrido casi 15 años, y sigo agradeciendo al Maestro Lozano por sus grandes enseñanza, me siento honrado de seguir estrechando su mano cada semana cuando ingresa raudo a la Facultad siempre puntual, siempre con una sonrisa y su gentil trato.
Quien diría Maestro que el tiempo me daría la oportunidad para expresarle con sentimiento y gratitud lo mucho que ha contribuido en las mentes de sus alumnos, y que reconfortante es saber, que fui elegido para rendirle unas palabras en honor a su trayectoria.
Compruebo ahora que el momento más importante de un universitario no es cuando defiende la Tesis doctoral, o cuando gana unas oposiciones, sino cuando puede proclamar a viva voz la importancia de quien fue su maestro.
"Gracias"
es una pequeña palabra, pero entre sus letras se esconde un sentimiento muy
especial por usted. Gracias por su tiempo, su trabajo duro y por todos los
valores que nos enseñó. Muchas gracias por todo lo que hizo por nosotros. Usted
fue más que un simple maestro. Usted fue alguien muy especial en nuestras
vidas, Reciba Ud. Maestro este merecido reconocimiento que en esencia concentra toda nuestra gratitud,
compensarle por todo ese esfuerzo que implica formar un Abogado. ¡Qué
tenga un gran día, Querido profesor!