martes, 15 de junio de 2010

THEMIS Y ASTREA


Conocida en la mitología griega con el nombre de Titánide, hija de Urano y Gea, cielo y tierra, respectivamente. Fue la segunda esposa de Zeus, Dios de los dioses, con quien concibió a las Tres Horas, a las Parcas y a Astrea. Themis personificó a la ley divina más que a la humana. Por lo tanto, no tuvo en su origen la misión de juzgar a los hombres. Divina y sublime tarea que ella y su esposo le encomendaron a su hija Astrea.En efecto, fue Astrea quien representó a la justicia humana, según el poeta griego Hesíodo (s. VIII a. C.), autor del poema mitológico Teogonía. De ahí que, en el contexto histórico–jurídico, nos interesa sobremanera saber que pasó con la última hija de estos dioses. Ella vivió en la Tierra haciendo justicia y se le imaginó como una virgen con una balanza en una mano y un manojo de espigas en la otra, sin venda alguna en los ojos y mucho menos armada con espada. Como consecuencia de la iniquidad de los seres humanos y decepcionada de la maldad de éstos, se fue al cielo de acuerdo con sus padres y la acción de ordenar la justicia terrena tuvo que quedar en manos de su madre. Según el poeta épico griego Homero (s. VIII a. C.), a quien se le atribuye la Ilíada, en su poema presenta a Themis como asesora de Zeus. Es la dulce diosa del buen consejo, empero, asimismo, la que dicta estrictamente las sentencias por orden de su esposo, quien es el sumo legislador. De esta manera, marido y mujer se dividieron el poder: él dictaba las leyes mientras ella las aplicaba e imponía las sanciones, sin violencia ni cólera, contra los que las vulneraban. Estas sentencias tuvieron el nombre de “temitas” y Themis –ante la ausencia de Astrea– se las dictaba a los jueces, quienes eran considerados sus sirvientes o themistopoloi. Para esta labor, la diosa había escogido un lugar llamado “puteal”, que quedaba en la ladera del pozo fatídico donde se ubicaban, supersticiosamente, los jueces para recibir la inspiración de la majestuosa diosa. Su culto se manifestó en la erección de estatuas de una bella y prominente mujer con gesto adusto y hermosa túnica que la levanta y sujeta con el antebrazo izquierdo mientras que en la mano derecha con el brazo en alto sostiene una balanza. En ningún momento le pusieron vendas en sus ojos y mucho menos la armaron con espada alguna.
Esta es la Themis que conocieron los helenos desde el siglo VIII a. de C., y cuyas mejores estatuas datan a partir de los gobiernos del político ateniense Pericles (495-429 a.C.). Puede ser observada en varias piezas aún conservadas, aunque no intactas ya que le falta el brazo y la mano derecha con la balanza, en el Museo Nacional de Arqueología de Atenas, como la del escultor Kairestatos, más o menos hacia el año 270 a. C. Sin duda, es la misma que los romanos adoptaron y le pusieron el sobrenombre de Fas, según el historiador griego Polibio (201-118 a. C.).
FAS O IUSTITIA
Para los romanos “fas” era todo lo justo, lo lícito por la voluntad de los dioses. De ahí que al conocer de la existencia griega de Themis, la comenzaron a llamar Fas. Además, ello como consecuencia de que lo opuesto, lo ilícito, lo injusto o contrario a la ley divina se le denominaba “nefas”. Frente a estas creencias semidivinas que dieron existencia al ius naturalis que era el orden o derecho divino, seguía el simplemente Ius o Jus, derecho creado por los hombres. Los romanos lo dividieron en: 1) Ius gentiun (derecho de gentes o para los extranjeros). 2) Ius civile romano (derecho sólo para los ciudadanos romanos). Con esta concepción se desarrolló su aplicación que tomó el nombre de Iustitia o Justicia. Para distinguir a quienes la ejercían –magistrados– se les otorgaba las fasces que eran insignias que les servían para imponer su severa autoridad y ser absolutamente respetados, lo que permitió la grandeza y poderío del Imperio Romano. Recordemos que este fue el origen primigenio del fascismo, en los inicios del siglo XX. Dentro de este marco, surge la concepción de Iustitia, como diosa de la justicia romana. Ella aplica la ley a los hombres y sanciona drástica y ejemplarmente a quienes la incumplen. Sus sentencias se ajustan al derecho romano que regula las abstractas y múltiples relaciones humanas con normas objetivas (derecho positivo) y costumbres establecidas (derecho consuetudinario). En consecuencia, está alejada de la divina mitología helénica. A Iustitia se le representa, entonces, según el erudito y gramático latino Aulo Gelio (Roma, 125- 165 d. C.), como una joven mujer con un casco y un escudo al modo de Minerva, con rostro grave e impasible, con mirada penetrante hasta considerársele temible. Tiene una balanza en la mano izquierda mientras que entre el brazo y la mano sostiene un cuerno y está acompañada de un león.
Queremos subrayar que no tiene espada alguna y sin vendas en los ojos. Ello significaba, en primer lugar, la rectitud, el equilibrio y la justeza. En segundo lugar, estas virtudes se complementaban con la prosperidad materializada en la riqueza de las espigas de trigo, frutas, flores y dinero contenidos en la cornucopia. Y es que los romanos entendieron que el orden era la base de la prosperidad. Finalmente, sin duda alguna, el fiero felino representaba la fuerza y el temor de enfrentarse a ella. Así fue esculpida por los itálicos para colocarla en las entradas de los juzgados y en algunas monedas. Esta es Iustitia y no Themis, es la diosa romana de la justicia, la cual fue cambiada progresivamente por la influencia y control del creciente cristianismo que impuso el papa León el Grande, a partir del año 452, habida cuenta el marcado tufo panteísta y materialista que encerraba, amén de eliminar las deidades paganas. El cambio de Occidente también se concretó en Oriente, a partir del emperador Justiniano I
(482-565 d. C.), tendencia que se acrecentó hasta prácticamente ignorarla en el imperio bizantino.
CAMBIOS EN SU REPRESENTACIÓN
La nueva concepción inspirada en Themis y Iustitia no registra fecha ni lugar exactos del primer y sucesivos cambios que sufrió la significación de la Justicia, la cual pasa a ser una reina o gran señora, sin divinidad alguna. Así, por ejemplo, existe una infinidad de diferentes miniaturas que la representan. En efecto, esos cambios a través de los años y de los siglos fueron tan disímiles que encontramos reinas o señoras de la Justicia esculpidas y pintadas de acuerdo con la interpretación de cada artista según su época y estilo. Sin embargo, hay un elemento igual que todos lo reproducen: la espada, la cual sustituye al cornucopio o cuerno de la abundancia y de la prosperidad que llevó Iustitia. Es así, por ejemplo, que en algunos casos, la balanza fue cambiada por un libro o papiro que representaba a la ley escrita, tal como lo observamos en la miniatura veneciana del siglo XV. No obstante esta concepción única de armar a la mujer de la Justicia, unos le colocan la espada en la mano derecha mientras otros lo hacen en la izquierda, dejando, obviamente, la otra mano para la balanza, según sea el caso. Esto es, se le arrancó el cornucopio para armarla con una espada con el fin de que pueda ejercer su autoridad con firmeza habida cuenta que también le quitaron la compañía del león. No obstantre estos cambios, insistimos que aún no se le representó con vendas en los ojos. En este contexto, podemos observar a La Justicia, bronce del escultor y pintor florentino Andrea di Cioni, llamado Il Verrochio (1435-1488), plasmado en Florencia (1472). De igual manera la pintada como virgen en el fresco de 1508, en El Vaticano, por el italiano Rafaello Sanzio (Urbino, 1483-Roma, 1520), a solicitud del Papa Julio II. De otro lado,
tenemos a la mujer Justicia totalmente desnuda, pero con pureza del pintor protestante alemán Lucas Cranach, el Viejo (Kronach, Bamberg, 1472-Weimar, 1553), óleo trabajado para la Facultad de Derecho de la Universidad de Viena, en 1503. Así también, la estatua que representa a la Justicia en el sepulcro del Papa Inocencio X, en Roma, fallecido en 1655, o el grabado de Gravelot y Cochin que pertenece al siglo XVIII, etc.
LA MODERNA JUSTICIA
Lo cierto es que no sabemos exactamente cuándo y quién fue el primer pintor o escultor que tuvo la infeliz idea de ponerle vendas en los ojos a la Justicia. Tan infeliz como cuando algunos dictadores posteriores a la Revolución Francesa (1789) restablecieron el
monárquico concepto de “orden público” para controlar con la fuerza al pueblo que exigía libertad, igualdad y fraternidad. O, recientemente, el concepto de “operadores del derecho” para denominar a los abogados y magistrados, como si el derecho y la justicia fueran simples máquinas que hay que manejarlas u operarlas (Jurídicas N° 101 y 102).
Empero, regresemos a la señora Justicia. Sin duda, fueron los artistas modernos, que –imbuidos de los postulados revolucionarios de 1789– la vendaron queriendo representar que la incapacidad para ver la haría administrar justicia a partir de razones objetivas, estrictamente ajustadas a la interpretación literal de la norma, de la ley, estrictamente del derecho positivo con su influencia exegética. Lamentablemente, la realidad ha sido otra. Las diferencias de raza, credo, nivel social y fortuna han seguido marcando las pautas de las sentencias, principalmente, en el sistema judicial adoptado por Europa continental y América Latina. Situación bastante distinta en cuanto a las tres últimas variables se ha dado en el sistema anglosajón, por basarse en la primacía de los jurados, dejando mucho que desear el asunto de la raza. En consecuencia, la imparcialidad de la justicia por su ceguera ha sido y sigue siendo, simple y llanamente, una quimera que sólo ha satisfecho la imaginación de ese o esos artistas modernos, habida cuenta que la justicia vendada viene asesorando o inspirando mal a los jueces o hace que éstos se equivoquen con dolo o sin él, en perjuicio de las grandes mayorías que exigen un estado de derecho con democracia social. De ahí que la justicia en muchos países, como el nuestro, se encuentra en crisis, donde la injusticia es mayor que la justicia y las sentencias de los magistrados han y vienen traicionando el espíritu de Themis y de Iustitia. Con esta concepción, el artista español contemporáneo Abbé Nozal (Barcelona, 1950), más acorde con la realidad, nos presenta una diosa de la justicia convertida en ramera que ve, seduce y cobra. Esta triste realidad nos exige un cambio. El pueblo reclama una justicia eficiente y eficaz, y para ello hay que hacer una reforma integral y de raíz de la enseñanza del derecho, del sistema judicial y de la política criminal, del Poder Judicial, del espíritu y cultura axiológica, tanto de los trabajadores y magistrados de este poder del Estado como de los abogados y ciudadanía, en general, para denunciar y combatir la corrupción. De ahí que, desde algunos años atrás, es un clamor nacional avanzar en estos caminos tal como lo hemos señalado en muchos artículos escritos durante nuestro largo ejercicio profesional, con más de 30 años, como abogado y periodista. En este contexto, por ejemplo, encontramos varias revistas de derecho buscando este loable fin. Entre otras, Justicia, política y ley, Nº 3, agosto 1990: “El Poder Judicial en la encrucijada: los abogados no pueden permanecer indiferentes”; Advocatus, Año II, N° 3, 1991, que planteaba la problemática: “Poder Judicial: sin vendas, ni balanzas”, tal como lo podemos observar en las portadas de estos importantes órganos de expresión
Fuente:
El Peruano

3 comentarios:

  1. Interesante...yo pensaba que era themis la Diosa de la Justicia. Buen aporte Gracias
    Paul Rengino.
    Lima

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  2. Divina Diosa de la Justicia. Que cierto ambas eran mujeres.
    Mary Plascencia
    Ica

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  3. Doc un dato, en la mitología griega el primer juicio fue el que se realizó contra Ares, demandado por Poseidón por homicidio. Fui la representación de un juicio del sistema Anglosajón pues los dioses del Olimpo fueron los jurados y Atenea la diosa de la sabiduría fue quien ideo como llevarlo a cabo. En éste había la exposición de los hechos, testimoniales y por último una especie de peritaje que realiza Hades, y se resuelve por último declarar inocente a Ares.

    Rodolfo Román Benites
    Trujillo.

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